domingo, 15 de febrero de 2009

Abelismo

Lo que nadie sabe, o lo que es peor, sabe pero no dice, es la complacencia del joven bello y sereno Abel por su perfección de bondad y por la aceptación del viejo Adán. Cada planta cultivada, cada rebaño pastoreado con la aplicación de un niño prodigio y disciplinado lo envolvía en una aureola de mística perfección que se deleitaba en presumir a su desfavorecido hermano.

Abel le robó la virtud a Caín para poder perpetuar en la tierra la marca de la serpiente, la marca de Judas, la marca del orgullo y la soberbia escondidas en la humildad más hipócrita de la historia bíblica. Abel es el ángel envidioso, Caín es el hombre imperfecto, la víctima de una sublevación truncada.

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